Con la escopeta al hombro 1970 - Valladolid
Pedrosa del Rey - Villaesteres - Serrada - San Miguel del Pino - Villamarciel - Villanueva de Duero - Boecillo - Quintanilla de Onésimo - Villafuerte - Villavaquerín
Delibes escribió:
"Para mí, escribir sobre asuntos de caza constituye, en cierto modo, una liberación de los condicionamientos que rigen el resto de mi actividad literaria. Si cazando me siento libre, escribiendo sobre caza reproduzco fielmente aquella placentera sensación , torno a sentirme libre y, por no operar, no opera sobre mí ni la coacción ni la forma expresiva."
Con la escopeta al hombro (Destino, 1970) es un librito de caza que se lee con facilidad. La patirroja, siempre presente en los libros cinegéticos del escritor, comparte protagonismo con gangas, agachadizas, gazapos, codornices y otros animales de la Valladolid cerealista y de pinares que se nos muestra en estas páginas. Leer más»
Pedrosa del Rey Pedrosa es campo. Sus santos Abdón y Senén tienen el encargo de proteger las cosechas de las tormentas de pedrisco, cuando más calor cae sobre Castilla.
En Pedrosa ganó batalla a los franceses el Empecinado. La torre de la Santa Cruz, lo único que queda en pie de aquella iglesia del siglo XII, parece también empecinarse en que el tiempo pase lánguidamente por estos caminos de reyes y soldados. Leer más»
Villaesteres Los vecinos de los dos Villaesteres, el de Arriba y el de Abajo, no esperan visitas. Son lugares mínimos, donde te recibe una ermita y cuatro casas. Y, sin embargo, son parajes donde apreciar el silencio, el trino de las aves en el matorral que rodea el caserío, el rumor del viento meciendo los chopos...
Si por el tamaño de la construcción se juzga, el inmenso palomar circular que sigue en pie hubo de llenar el cielo de aleteos y arrullos. Hoy, es lugar donde dejar que el tiempo pase.
Serrada Arte que mira al cielo. Vino que se oculta bajo el suelo. Serrada ha querido reunir su vieja historia –ya los visigodos levantaron aquí residencia– con la muestra de arte moderno en su peculiar museo al aire libre. Y allá donde la mirada pueda llegar, viñedos, campos de nobles vides que guardan sus frutos, alabados por reyes y plebeyos. En el Pozo Bueno, cada año se bendicen estos campos de traslúcidos frutos. Leer más»
San Miguel del Pino Lugar visitado en otras rutas, repetimos etapa, como el maestro, para acercarnos al Padre Duero.
Si entramos en la Plaza Mayor a través del arco que conserva la casa que hoy es Ayuntamiento, soñaremos con aquel tiempo donde quizá San Miguel se cerraba al exterior con una muralla que los viajeros y vecinos franqueaban por este mismo arco. Desde su sombra, el arcángel nos espera en la plaza, hecho metal y dentro de la iglesia, acompañado por Gabriel y Rafael. Leer más»
Villamarciel El nombre se lo da una villa romana, próxima al vado por el que las legiones cruzan el Durium. Tras los hijos de Roma llegan a estas tierras los del Norte y, siglos después, los reyes usan Villamarciel como moneda para llenar sus famélicas arcas.
Hoy, Villamarciel es huerta, prado, campo fértil a la orilla del Duero, aquel Durium que mojó las sandalias romanas y que hoy riega feraz su fecunda vega. Leer más»
Villanueva de Duero Villanueva, la Aldeanueva que nació como Las Covachuelas. Toda una vida ligada a la Cartuja de Aniago, hasta que el centro de oración y trabajo desaparece y dispersa sus bienes. Muchos quedan en la Iglesia de Nuestra Señora de la Visitación. Su nombre invita a entrar y recrearse unos minutos. Leer más»
Boecillo A Boecillo se viene, hoy, por su modernidad, con el complejo empresarial donde la tierra se confunde con el mundo virtual y el espacio. Se viene a sentir el cosquilleo del juego en el Casino, edificio nobiliario donde la arquitectura se adorna con jardines multicolores.
A Boecillo se acercan quienes disfrutan a lomos de la motocicleta, serpenteando desde la capital entre carreteras flanqueadas por pinares. Y, si gustan del pedaleo, como el maestro, aún Boecillo les reta con unos repechos dignos de poner a prueba al ciclista. Leer más»
Quintanilla de Onésimo La inquieta Quintanilla ha movido sitio, nombre y enseres a lo largo de la Historia. Nació como quinta romana y mudó hacia el río, buscando agua cercana y mejor defensa en una tierra de paso de soldados entre norte y sur.
Mudó el nombre: de la Quintanilla de Yuso, a la del Duero; luego, a la de Abajo (hay vecina una Quintanilla de Arriba) y, con la historia reciente, a la de Onésimo. El puente de los Católicos Reyes aún enlaza con Olivares, en la otra orilla. Sobre él han cruzado pellejos, tinajas, frascas, damajuanas y botellas de uno de los mejores vinos del mundo, crecido junto a mieses que bailan al viento para dar harina blanca y fina, promesa de tierna hogaza. Leer más»
Villafuerte de Esgueva ¡Incómoda esta plebe de Villafuerte, siempre en litigio por unos impuestos que van destinados a terminar el castillo!
La paz, en estos años, es frágil y los señores, vasallos del Conde de Benavente, han de poder protegerse de cualquier altercado tras unos muros fuertes.
Desde la Torre del Homenaje se contempla todo el valle, pero esa vista no es exclusiva de nobles: al pie del caserío hay un frondoso mirador desde el que contemplar la paleta de colores que, a lo largo del año, ofrece la campiña. Leer más»
Villavaquerín Hasta el siglo XVI, La Sinova era caserío vecino a Villavaquerín, el viejo "Uilla Uakrin", regadas sus lomas suaves por un hermano menor del Esgueva, el arroyo Jaramiel. La Sinova se despobló en favor de Castrillo Tejeriego y Villavaquerín, donde siguió la vida tradicional: agricultura y una pequeña cabaña ganadera.
Cada mes de mayo, San Isidro sale con los vecinos en procesión y comida en hermandad; en otoño, es San Casiano quien cobra vida, interpretado en carne y hueso por un vecino. Así se marcan páginas del calendario del valle, el calendario de la tierra y el clima. Este es el día a día de Villavaquerín y de La Sinova, hoy una moderna finca agropecuaria.
El paisaje varía según mudan cielo y tierra: recios grises, arcillas y rojos tonos de invierno desnudo se alfombran de verdes y amarillos en el crecer de la primavera, que pasan a dorados en el estío y culminan con nuevos ocres y rojizos otoñales.
Conviene un paseo, a la usanza del escritor, por los campos del valle. Al regreso, en la coqueta plaza del Ayuntamiento destaca su reloj. Al fondo, la silueta de la Iglesia de Santa Cecilia ocupa el lugar alto donde hubo una vez un importante castillo. Huele a leña, a silencio. Leer más»
Las Rutas de Miguel Delibes