Aventuras, venturas y desventuras de un cazador a rabo
Olmedo - Rábano - Torre de Peñafiel - Peñafiel - Quintanilla de Onésimo - Villafuerte - Renedo de Esgueva - Boecillo - Puente Duero - Villanueva de Duero - La Mudarra - Castromonte
Delibes escribió:
"Al comenzar a redactar esta agenda de caza hice un curioso descubrimiento: nunca, aunque coincidan los protagonistas y el escenario, las situaciones y el clima, hay una cacería igual a otra; cada excursión está individualizada por un repertorio de factores y matices imposibles de definir a priori. El anecdotario de mis modestas cacerías a lo largo de tres años es lo que he intentado apresar en este libro, cuyo título ya sugiere que la caza encierra también sus contrariedades o, si se prefiere, que ni aun para el cazador todo el monte es orégano."
Este libro de título tan largo lo publicó Delibes con la editorial Destino en 1977. Leer más»
Olmedo La historia cubre con siete velos de niebla a Olmedo:
'El Ulmetum de leyenda, la tierra de olmos de los vacceos. El velo flamea como estandarte moro, conquistando Olmedo y dejando una herencia mozárabe. Sutil velo sobre la Soterraña, la patrona hallada en una pequeña cripta, junto a un pozo. Si lo retiramos vemos a Pedro I el Cruel, alojado con María de Padilla tras las murallas de la villa. Olmedo como corte del breve Alfonso XII, el Inocente, hermano de la futura reina Isabel. Leer más»
Rábano Rábano es hijo del Duratón y en su ribera lo celebra con sauces centenarios que dominan un delicioso parque. En mitad del pueblo, el puente –la tradición otorga más de mil años a algunas de sus vigas– cruza sobre el río ora tranquilo, ora potente, amigo de acodarse en playas de arena fina junto a las que chapotean las carpas. Leer más»
Torre de Peñafiel La vieja Torre de las Aldegüelas buena torre es porque desde allá arriba, acostada en la ladera, sigue vigilando el paso del Duratón a través del valle. Al río sólo se le intuye, tal es el fragor vegetal que medra en sus orillas (chopos altivos, fresnos generosos y prados que presumen de amarillo cereal o verde y rojiza vid). Leer más»
Peñafiel La Peña más fiel de Castilla (así la nombró Sancho García hace mil años) vio crecer en su falda una villa repleta de edificios nobles, palacios, iglesias, monasterios… A Peñafiel la riegan por tres costados un arroyo, el Botijas, un ancho afluente, el Duratón, y el gran padre Duero. Y, sin embargo, su cerro es pelado, desnudo, áspero, ideal para erigir sobre su roca madre las piedras de un castillo milenario, uno de los más bellos de Europa. Leer más»
Quintanilla de Onésimo La inquieta Quintanilla ha movido sitio, nombre y enseres a lo largo de la Historia. Nació como quinta romana y mudó hacia el río, buscando agua cercana y mejor defensa en una tierra de paso de soldados entre norte y sur.
Mudó el nombre: de la Quintanilla de Yuso, a la del Duero; luego, a la de Abajo (hay vecina una Quintanilla de Arriba) y, con la historia reciente, a la de Onésimo. El puente de los Católicos Reyes aún enlaza con Olivares, en la otra orilla. Sobre él han cruzado pellejos, tinajas, frascas, damajuanas y botellas de uno de los mejores vinos del mundo, crecido junto a mieses que bailan al viento para dar harina blanca y fina, promesa de tierna hogaza. Leer más»
Villafuerte de Esgueva Velosillo se convierte en Villafuerte cuando su señor Garci Franco erige el Castillo. Todo señor necesita una fortaleza en esos tiempos revueltos. Garci Franco participa en las intrigas del Marqués de Villena para derrocar a Enrique IV.
El señor de Velosillo abusa de la magra economía de sus campesinos para levantar el castillo. Con la torre aún en obras hace cambiar el nombre del lugar por uno más imponente, Villafuerte.
El castillo es escenario de actividades culturales. Su silueta recortada en el otero pudo servir a Delibes como referencia cuando caminaba por las laderas de Villafuerte esperando ver cruzar un bando de perdices o un ave solitaria. Leer cita»
Renedo de Esgueva El “lugar de las ranas” se extendía en aguazales y lagunajos que el Esgueva se encargaba de rellenar con sus crecidas. El valle fértil acogió pobladores desde la Edad del Hierro. La historia siempre se ha detenido en Renedo para disfrutar de sus campos y su río: villas romanas, caserío visigodo y medieval, probable punta de lanza andalusí, nueva colonia fronteriza cristiana... Y siempre con las labores del vino y la molienda de la harina dando quehacer a sus pobladores. Leer más»
Boecillo A Boecillo se viene, hoy, por su modernidad, con el complejo empresarial donde la tierra se confunde con el mundo virtual y el espacio. Se viene a sentir el cosquilleo del juego en el Casino, edificio nobiliario donde la arquitectura se adorna con jardines multicolores. Leer más»
Puente Duero Hoy barrio de la capital, hasta 1960 fue municipio con alcaldía. Su esplendor siempre ha estado ligado al puente que vuela sobre el Duero, alto, imponente y, sin embargo, angosto, con apartaderos en su recorrido y con pendiente a ambos lados, que culmina en el centro. El viejo puente medieval cayó bajo la pólvora francesa y el sustituto, el actual, soportó tráfico de vehículos hasta el atragantamiento, que se resolvió con la moderna circunvalación. Leer más»
Villanueva de Duero Villanueva, la Aldeanueva que nació como Las Covachuelas. Toda una vida ligada a la Cartuja de Aniago, hasta que el centro de oración y trabajo desaparece y dispersa sus bienes. Muchos quedan en la Iglesia de Nuestra Señora de la Visitación. Su nombre invita a entrar y recrearse unos minutos. Leer más»
La Mudarra La Mudarra nació como un rincón de Galicia: sus primeros colonos eran emigrantes de aquella tierra, que se asentaron en este páramo de los Montes Torozos, a medio camino entre Medina de Rioseco y Valladolid.
La Mudarra fue siempre lugar de ganaderos y agricultores, hasta que el progreso lo convirtió en término destacado en el mapa eléctrico nacional: tan grande como el pueblo es la subestación eléctrica que abastece de energía a gran parte del noroeste de España. Leer más»
Castromonte Al castro romano original no le acompaña ningún monte cercano sino el recuerdo del noble Olmundo, leonés que recaló en estos lares y erigió su casa sobre las viejas piedras romanas. Piedra sigue siendo el material de las hermosas fachadas que rodean la Plaza, el corazón del pequeño caserío. Allí se asoman, en procesión, todas las imágenes religiosas del pueblo, en la Rogativa a la “Virgen de la Panadera”.
El paisaje varía según mudan cielo y tierra: recios grises, arcillas y rojos tonos de invierno desnudo se alfombran de verdes y amarillos en el crecer de la primavera, que pasan a dorados en el estío y culminan con nuevos ocres y rojizos otoñales.
El resto del año, la vida pasa tranquila, acompañada del bullir de vencejos y gorriones en las calles y de bisbitas, carriceros y cogujadas en los campos que abrazan Castromonte. Leer más»
Las Rutas de Miguel Delibes