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Diario de un Cazador - Valladolid

San Miguel del Pino - Villanueva de Duero - Valladolid - La Mudarra - Villavaquerín - Quintanilla de Onésimo

Delibes escribió:

"A mis amigos cazadores que, por descontado, no son gentecilla de poco más o menos, de esa de leguis charolados y Sarasqueta repetidora, sino cazadores que con arma, perro y bota componen una pieza y se asoman cada domingo a las cárcavas inhóspitas de Renedo o a los mondos tesos de Aguilarejo, a lomos de una chirriante burra o en tercerola, en un mixto de mala muerte, con la Doly en el soporte o camuflada bajo el asiento, sin importarles demasiado que el revisor huela al perro ni que el matacabras azote despiadadamente la paramera;... Leer más»

Diario de un Cazador

... a esos amigos cazadores -digo- de buen corazón y mala lengua, para quienes cazar en mano continúa siendo un deporte, pese a que la perdiz y la liebre se muestran cada día más reacias a aguardar amonadas en un chaparro, y pese, no menos, a los multitudinarios y descansados ojeos y a los pasos de palomas de Echalar, que así , tan vergonzosamente, señores, se las ponían a Felipe II; a esos cazadores -digo- que todavía van a la pieza noblemente, porque la pieza, pese a todo, aún sigue siendo para ellos un trofeo y una suculenta merienda, va dedicado este libro.

Y, en especial , a mi padre, que me enseñó a amar la caza y que a más de la escopeta, la canana y el morral , aún sube gallardamente sus ochenta años ladera arriba; y a mi cuadrilla: Antonio Merino, puntilloso tirador, Vicente Presa, a quien le gané la última comida en su feudo de Villamarciel -aquel parro le bajé yo, Vicente-, Santiago R . Monsalve, en sus primicias entusiastas, y a mi hermano José Ramón , que nos dejó por otra, y solía llevar de postre un tocinillo de cielo.
A todos un abrazo."

San Miguel del Pino De los tres arcángeles Miguel, Rafael y Gabriel, representados en la Iglesia -transición entre románico y gótico- San Miguel, señor del lugar, ha salido a contemplar el Duero. Pasa el agua crecida y ancha, con el color de tierras y limos que han hecho medrar panes y vinos muchos kilómetros cauce arriba. Poco antes, junto a Aniago, ha recibido a sus hermanas del Pisuerga y ahora esconde lucios, luciopercas, alburnos, percasoles y cangrejos. Leer más»

San Miguel del Pino

El arcángel también aparece en el centro del caserío, en una escultura en chapa, que recuerda su condición de soldado ángel. Quizá alguna madrugada cambie su espada por una caña de pescador y porfíe por algún puesto de pesca -hay casi un centenar- de los construidos en la orilla, que hacen de San Miguel lugar inmejorable para jornadas de pesca solitaria o de afición reñida en concursos que se celebran a lo largo del año.

San Miguel del Pino, cercano a la capital, es lugar de vida remansada, que recibe con agrado a pescadores, paseantes y familias deseosas de disfrutar una tarde a la vera del Duero; por supuesto, bajo uno de los pinos que justifican el nombre completo del lugar.

CITA: 4 DE FEBRERO, MIÉRCOLES

"La peña parecía esta tarde un funeral. El domingo se cierra la temporada. Hasta agosto a descansar y a vivir del cuento. Dijo Zacarías que aún nos quedan los patos y el reclamo. El Pepe dijo, con razón, que los patos serán un consuelo para los de la Albufera. Zacarías se atocinó y dijo que de la parte de San Miguel del Pino hay unos bandos tremendos de azulones que bajan de día al río y de noche a las salinas y que no hacía falta irse a la Albufera para colgar media docena y que él, sin ir más lejos, había hecho ocho en una jornada y eran tan hermosos que tuvo que ir por una carretilla al pueblo porque no podía con ellos."

Villanueva de Duero El despoblado de Aniago es una curiosidad. La visita no puede hacerse como tal al ser, hoy, una propiedad agrícola privada. Pero encerrada en sus muros se desmorona la historia de una Cartuja que fue esplendorosa y de la que hoy apenas quedan algunos arcos de la vieja capilla, ventanas mudas a las que se asomaron monjes agricultores, ladrillos desgastados, amontonados entre oxidados aperos. Si nos va de paso, además de la parada fresca y breve en Villanueva, unos minutos alrededor de Aniago invitan a pensar en lo que se fue y lo que pudo ser.

Aniago es desolación y, sin embargo, en sus campos resurge cada año la vida. El paraje más yermo y triste puede dejar crecer flores silvestres. Aunque sólo luzcan una primavera. Junto a la carretera, a la salida de Villanueva, un cartel indica el desvío hacia Aniago, hacia unos minutos de reflexión. Leer cita»

CITA: 4 DE SEPTIEMBRE, JUEVES

"Estuve con el Pepe en lo de Aniago. Es un mar de surcos y duelen los ojos de la perspectiva. Hay unos linderos muy majos que tienen bastante codorniz. Lo malo fue el viento. Si la codorniz coge el viento, navega a vela."

Valladolid es llana, una bendición para el paseante que descubre rincones a pie de calle, portales, arcos, columnas, patios. Pero también debe atender a las alturas, alzando la vista hacia las Torres de la Antigua o Santiago, las fachadas de San Pablo o de la Universidad; llevando la mirada hacia los frentes y balconadas soberbios que el siglo XIX levantó en la calle Santiago, el paseo de Recoletos, Claudio Moyano, Teresa Gil… Leer más»

Valladolid

Bajo techo hay que levantar los ojos hacia las arcadas del Pasaje Gutiérrez, el interior de los Agustinos y los innumerables retablos de cada iglesia. Ha de correr el tiempo del viajero en los Museos Herreriano y el de Valladolid y sorprenderse en el vestíbulo de tres alturas del Museo de la Ciencia, donde verá girar la Tierra.

Y, en estas 3 dimensiones de Valladolid, los ojos se alzarán, desde cualquier lugar, hacia la cúspide de la Catedral, donde el Sagrado Corazón está “aquí cerquita. Casi al alcance de la mano”.

CITA: 19 DE AGOSTO, MARTES

"Al concluir, la llevé a la baranda para que contemplara las vistas. Ella se asomó y dijo: "Es muy hermosa nuestra ciudad, ¿verdad, hijo?" Desde la azotea se divisa un mar de luces y todo está en silencio, como muerto. Sólo de vez en cuando le asusta a uno el silbido de un tren. Cuando le mostré el Sagrado Corazón, se le alegró la cara y se santiguó: "Lo tenemos aquí cerquita, hijo. Casi al alcance de la mano", decía. La notaba sobrecogida porque el Sagrado Corazón, iluminado por una luz blanquecina, parece tal cual una aparición milagrosa."

La Mudarra nació como un rincón de Galicia: sus primeros colonos eran emigrantes de aquella tierra, que se asentaron en este páramo de los Montes Torozos, a medio camino entre Medina de Rioseco y Valladolid. La Mudarra fue siempre lugar de ganaderos y agricultores, hasta que el progreso lo convirtió en término destacado en el mapa eléctrico nacional: tan grande como el pueblo es la subestación eléctrica que abastece de energía a gran parte del noroeste de España. El paisaje, desde las afueras de La Mudarra, lo protagonizan esqueléticas centinelas de las que cuelgan recios cables de alta tensión. Leer más»

La Mudarra

Dentro, las casas más viejas se conservan de sillares sin labrar y a la entrada aún se yergue, muda y tapiada, la vieja estación en la que recalaba el famoso Tren Burra, en su camino entre Medina y la capital, atravesando las navas que, en otoño, se inundaban alrededor de la vía, dejando al tren caminar sobre un espejo de agua.

CITA: 21 DE DICIEMBRE, DOMINGO

"Estuve un rato con Melecio en lo de la Diputación. Hicimos tres perdices. Por la tarde encontré a Tomasito en el España. El menguado sigue con su gorrilla de piñero. Palmé el café y luego le pregunté cómo iba la temporada. No charlaba de caza con él desde la perdiz aquella, en La Mudarra. Tomasito no tragaba que lo mismo que él pude matarla yo, ya que los dos tiros sonaron al mismo tiempo. Tuvimos que hacerle la autopsia y encontramos cuatro perdigones: dos del 6 y dos del 7. Él había tirado con 6 y yo con 7. Le dije que le habíamos pegado los dos, pero él se puso burro y voceó que sus cartuchos llevaban mezcla y que yo quería enredarle. Hace de esto dos temporadas. En todo este tiempo no me saludó. Pero esta tarde ya se le había pasado."

Hasta el siglo XVI, La Sinova era caserío vecino a Villavaquerín, el viejo 'Uilla Uakrin', regadas sus lomas suaves por un hermano menor del Esgueva, el Arroyo Jaramiel. La Sinova se despobló en favor de Castrillo Tejeriego y Villavaquerín, donde siguió la vida tradicional: agricultura y una pequeña cabaña ganadera.

Cada mes de mayo, San Isidro sale con los vecinos en procesión y comida en hermandad; en otoño, es San Casiano quien cobra vida, interpretado en carne y hueso por un vecino. Así se marcan páginas del calendario del valle, el calendario de la tierra y el clima. Este es el día a día de Villavaquerín y de La Sinova -hoy una moderna finca agropecuaria-. Leer más»

Villavaquerín

El paisaje varía según mudan cielo y tierra: recios grises, arcillas y rojos tonos de invierno desnudo se alfombran de verdes y amarillos en el crecer de la primavera, que pasan a dorados en el estío y culminan con nuevos ocres y rojizos otoñales. Conviene un paseo, a la usanza del escritor, por los campos del valle. Al regreso, en la coqueta plaza del Ayuntamiento destaca su reloj. Al fondo, la silueta de la Iglesia de Santa Cecilia ocupa el lugar alto donde hubo una vez un importante castillo. Huele a leña, a silencio.

CITA: 12 DE ENERO, DOMINGO

"Fuimos Melecio y yo en la furgoneta del pescado hasta lo de la Sinoba. La carretera está llena de agujeros y el trasto botaba con ganas. En Villalvilla andaban ya podando los bacillares. Melecio armó la escopeta por si las moscas, pero no vimos nada. Han talado el monte y hay que llevar las perdices ladera arriba si se las quiere tirar. De todos modos las pocas que hay se levantan muy recias. Frente al caserío la ladera se arruga y tiene unos tomillos donde pensé que aguantarían, pero nada"

La inquieta Quintanilla de Onésimo ha movido sitio, nombre y enseres a lo largo de la Historia. Nació como quinta romana y mudó hacia el río, buscando agua cercana y mejor defensa en una tierra de paso de soldados entre norte y sur.

Mudó el nombre: de la Quintanilla de Yuso, a la del Duero; luego, a la de Abajo (hay vecina una Quintanilla de Arriba) y, con la historia reciente, a la de Onésimo. Leer más»

Quintanilla de Onésimo

El Puente de los Católicos Reyes aún enlaza con Olivares, en la otra orilla. Sobre él han cruzado pellejos, tinajas, frascas, damajuanas y botellas de uno de los mejores vinos del mundo, crecido junto a mieses que bailan al viento para dar harina blanca y fina, promesa de tierna hogaza. Hubo tren que enlazaba con la ciudad - Delibes lo usó de niño y adulto-, del que sólo queda el recuerdo de una estación fantasma, con el esqueleto del viejo reloj y árboles y matojos hechos señores de andenes y vías.

Aquí hay silencio, memoria, desolación y recuerdos. Volvamos al río: el generoso Duero lleva doscientos años cediendo parte del agua al Canal que dio de beber medio siglo a la capital y hoy riega campos de uva y espiga. A su vera transcurre una hermosa senda arropada por sauces y chopos. Hoy no podría llegar Delibes en tren, pero Quintanilla continúa invitando a caminarla, siguiendo al Padre Duero por la cuna del vino y las sendas del agua.

CITA: 18 DE ENERO, DOMINGO

"De regreso, cruzamos el páramo para caer de la parte de Quintanilla. En el camino bajé una perdiz que no sé a santo de qué se había dormido. Salió a huevo de entre las piedras. En la estación encontramos una partida que llevaba dos avutardas. A Anita le dije ayer que no podríamos vernos porque tenía servicio"

Las Rutas de Miguel Delibes

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