El Río Moros por la Campiña Segoviana - Segovia
Comarca: Segovia Oeste - Campiña Segoviana
Monterrubio - Lastras del Pozo - Abades - Martín Miguel - Juarros de Riomoros - Marazoleja - Marazuela - Anaya - Garcillán - Añe
Esta ruta sigue el curso del Río Moros a su paso por la Campiña segoviana, sus aguas nacen en la Sierra de Guadarrama, entre el Cerro Minguete y el Montón de Trigo. Bordea la Sierra de Quintanar y desciende por el piedemonte hasta entrar en la Campiña por Lastras del Pozo, donde recibe las aguas del río Piezga procedente de Monterrubio. Tras recorrer la zona oriental de la comarca, entrega sus aguas al Eresma.
Iniciamos la ruta en Monterrubio, población levantada en una vaguada junto al río Piezga, rodeado de un denso encinar. Detrás se alzan los cerros de las Cabezas, una peculiar formación geológica cuyo relieve esta modificado por la acción de varios arroyos que lo surcan de forma transversal generando los cuatro cerros alineados. En la parte más elevada y de mayor pendiente se ha mantenido el monte para el uso de pastos y la recolección de leña.
Paseando por sus calles podemos descubrir algunas construcciones tradicionales y la Iglesia de San Pedro, que se alza en la parte más elevada del pueblo. El ábside románico fue recrecido en siglos posteriores y se eleva sobre la nave. En el muro del tramo recto todavía se observa la primitiva cornisa medieval fabricada con esquinillas de ladrillo.
Salimos hacia Lastras del Pozo. La carretera asciende hasta coronar los cerros de las Cabezas. Las vistas de la Sierra desde sus alturas son magníficas, para bajar después atravesando el monte de encinas. Enseguida sale a la derecha el desvío a Lastras.
El pueblo de Lastras del Pozo se construyó en un otero que domina las vegas del los ríos Piezga y Moros y la confluencia de ambos. La Iglesia de San Juan Bautista se sitúa en uno de los extremos de pueblo. Es un templo barroco. Para la construcción se emplearon materiales reutilizados de la iglesia románica a la que debió sustituir como se aprecia en las arquivoltas que enmarcan la puerta del lado norte.
Entre las casas de la población destaca la fachada del antiguo Palacio de la familia Mercado en la Plaza Mayor. La construcción original data del siglo XVI, cuando esta familia se asienta en Lastras. De ella se conserva la fachada y la torre, un magnífico edificio restaurado por el escultor José María García Moro y declarado Bien de Interés Cultural.
En los días de sol de primavera y otoño, desde Lastras del Pozo se puede dar un paseo hasta la vega del río Moros, muy cerca de la confluencia del río Piezga. En la llanura aluvial crecen fresnos desmochados en cuya sombra se alimenta el ganado vacuno y ovino.
Tras cruzar el pueblo la carretera continua atravesando la campiña y enseguida llegamos a un cruce que tomamos a la derecha, hacia Abades. La vega del río Moros esta poblada de ejemplares añosos de fresnos que dan paso a los chopos y sauces junto al río. Antes de cruzar el río, a nuestra derecha se ven las ruinas de la Ermita del Cristo de Lumbreras. Lumbreras es un despoblado de Lastras que ya estaba abandonado a mediados del siglo XIX.
Cruzamos el puente y continuamos hasta pasar junto a la ermita de la Virgen de los Remedios, que ya pertenece a Abades.
La condición de Abades de pueblo de Tierra de Segovia parece reforzarse por el imponente telón de fondo de las vistas del pueblo que es la Sierra de Guadarrama. La Torre de San Lorenzo se eleva sobre las casas. La iglesia es un imponente edificio barroco primorosamente cuidado en cuyo interior destaca el órgano, recientemente restaurado.
Continuamos nuestra ruta por la carretera a Martín Miguel. Al final del verano y tras recoger el cereal los campos de labor se doran por el sol y el olor a hierba seca impregna el paisaje de la campiña.
Para en entrar en Martín Miguel cruzamos un arroyo junto al parque. La Iglesia de San Bartolomé Apóstol está ubicada frente al ayuntamiento. Todavía perduran algunas construcciones tradicionales como la antigua panera restaurada recientemente. La panera no es otra cosa que un pósito, es decir, un lugar donde se almacenaba el grano que se prestaba bajo interés a los labradores para paliar los efectos de un mala cosecha. A mediados del siglo XIX existían dos pósitos en este pueblo, uno público o ‘nacional’ y otro ‘pío’ para obras benéficas. Desde Martín Miguel continuamos por la carretera en dirección oeste y nos dirigimos a Juarros de Riomoros.
Juarros de Riomoros se construyó dominando la vega y quizás por ello incorporó el nombre del río al suyo propio. En su punto más elevado destaca la iglesia parroquial de la Virgen del Poyo. A los pies del depósito parte un camino por el que podemos dar un corto paseo de apenas un kilómetro para llegar al altozano del Pradillo. Desde el vértice geodésico y sus alrededores podemos contemplar vistas del valle, la Campiña y la Sierra.
Bajamos a la ribera del río Moros y tras cruzarlo, en el paraje de El Soto, el paisaje se torna más pinariego. Las arenas silíceas de la tierra de pinares cubren gran parte del municipio y son explotadas en varias extracciones de áridos.
Entramos en Marazoleja pasando junto a la Ermita de Santa Catalina. Apenas existe vegetación arbórea rodeando al pueblo lo que nos permite recrearnos en las impresionantes vistas de la sierra que en la lejanía se tiñe de tonos rojizos y azules con las últimas horas de luz del día. En la corta distancia que separa la ermita del pueblo se ha acondicionado un cómodo paseo. Ya dentro de la población, paramos junto a la Iglesia de San Juan Evangelista, cuya torre se remata con un pintoresco chapitel de plomo y pizarra que se eleva sobre los tejados.
Continuamos hacia Marazuela rodeados de campos de labranza que se suceden hacia el horizonte.
A un kilómetro de Marazuela se encuentra la Fuente Chica, de la que aún se conserva parte de la bóveda de ladrillo. También a las afueras se alza la ermita del Santo Cristo del Humilladero junto a la que se adosó el cementerio a finales del siglo XVIII. Desde aquí se divisa el frente en que se ha transformado el antiguo palacio del Marqués de Lozoya. Justo detrás se yergue la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. Merece la pena dar un paseo sosegado por las calles tranquilas y descubrir en sus casas portadas y elementos de la arquitectura popular de la Campiña.
De Marazuela hacia Anaya la carretera sigue en línea recta, sin desnivel, aproximándose suavemente al río Moros. Si en lugar de incorporarnos a la CL-605 para cruzar el río lo hacemos por el viejo trazado, además de disfrutar de un rincón pintoresco accederemos con más seguridad a la Ermita de Nuestra Señora de Oñez, ya en el término municipal de Anaya.
Junto a ella mana una fuente generosa. Parece que en este lugar hubo un asentamiento en época romana. Tomamos el desvío a la derecha hacia el pueblo. En uno de sus extremos se sitúa la iglesia parroquial de Santiago. Para continuar hacia Garcillán regresamos a la CL-605 hasta el siguiente desvío.
Garcillán se sitúa en el interfluvio de los ríos Eresma y Moros en una zona llana en la que se producen frecuentes encharcamientos estacionales lo que favorece al cultivo de regadío. Los nuevos sistemas de riego han dejado en desuso las antiguas norias que se esparcen entre los campos de cultivo. En su lugar numerosos aspersores riegan los campos de lechugas y remolachas.
El edificio más representativo del pueblo es la Iglesia de la Exaltación de la Cruz. A los pies de la nave se abre una sencilla y bella portada renacentista. Cerca de la iglesia se encuentra el antiguo palacio del Marqués de Castellanos, ahora transformado en varias viviendas que han modificado el edificio original aunque todavía conserva en su fachada principal uno de los portones y los blasones anexos.
Desde Garcillán regresamos a la CL-605 y retrocedemos unos metros hasta coger el desvío a Añe. La carretera pasa sobre la via del AVE y continua acercándose al río hasta entrar en el pueblo.
El término de Añe es el último que atraviesa el río Moros antes de rendir sus aguas al Eresma en el paraje donde se junta con los términos de Armuña y Yanguas. La Iglesia parroquial de San Juan es un edificio austero. La espadaña se levanta sobre un arco de ladrillo apuntado de época medieval. Bajamos al valle y enseguida divisamos la Fresneda de Añe que se extiende entre la vega del río Moros y su desembocadura en el Eresma.
Decenas de fresnos centenarios se reparten por la explanada con formas sorprendentes. Su extraordinario diámetro hace de estos ejemplares un verdadero tesoro natural.
Información: Campiña Segoviana - Aidescom