Qué ver en Almazán - Soria
Comarca: Tierras de Almazán
Almazán
La villa de Almazán, situada a 32 km de Soria, se encuentra en un paraje de colinas repleto de restos históricos que recuerdan el importante papel que jugó la villa en época medieval.
Rodeada por extraordinarias construcciones monumentales, la Plaza Mayor de Almazán se vislumbra como ‘plaza castellana’ por excelencia. Aquí encontramos dos de los monumentos más importantes de la Villa, el Palacio gótico-renacentista de los Hurtado de Mendoza y la Iglesia románica de San Miguel, declarada monumento histórico-artístico en 1931.
El Palacio de los Altamira de estilo renacentista fue erigido por la familia Hurtado de Mendoza en los siglos XV y XVI. El palacio se alza en dos plantas: En la planta inferior se abren seis ventanas que se corresponden con otros tantos balcones de la planta principal. En la planta superior destaca la galería de estilo gótico-isabelino.
El exterior presenta dos fachadas renacentistas, cada cual más esplendorosa. Una de estas fachadas cierra uno de los lados de la Plaza Mayor, formando ángulo con la Iglesia de San Miguel. Otros elementos destacables son el escudo de los Mendoza y el patio interior.
La Iglesia de San Miguel, románica del siglo XII, fue declarada Monumento Nacional en 1931. El templo es el resultado de una miscelánea de estilos. Adosada al templo se ubica una torreta, que alberga en su interior una peculiar escalera de caracol.
Sorprende el abovedamiento del crucero, con rara cúpula nervada de influencia musulmana, formada por nervios que parten pareados, dejando en el centro un octógono base de la linterna y dibujando una estrella de ocho puntas.
Recinto Amurallado Un paseo por las calles de la Villa o sus alrededores puede deparar la contemplación de su antigua muralla. Decir Almazán es hablar de sus murallas, ya que de su traducción al romance resulta ‘El Fortificado', y aunque su raíz claramente árabe pudiera llevar a confusión hay que fechar estas en el tránsito de los siglos XII al XIII.
Su disposición se realizaba acorde con las características del terreno, emplazándolas en lugares inexpugnables, o creando obstáculos en las zonas más desprotegidas. Su recorrido es uniforme a lo largo de todo el perímetro, excepto en las puertas conservadas y en el 'Rollo de las Monjas', casos estos en los que aparecen torres rompiendo la homogeneidad de la construcción.
Tanto la puerta de Herreros como la de la Villa, situadas a saliente, presentan torreones cilíndricos flanqueándolas, no así la del mercado -a poniente- con torres prismáticas de marcada tradición árabe.
Aún conservan las puertas de Herreros y de la Villa los huecos para encajar las trancas de cierre. La del Mercado, presenta como característica esencial, un hueco entre dos arcos ojivales para alojar el rastrillo. Algunas marcas de cantero idénticas, repetidas en las tres puertas, despejan cualquier duda que pudiera suscitar su distinta tipología, dejando aclarada la coetaneidad de todas ellas.
El Rollo de las Monjas constituye un refuerzo en el angular de las murallas sitas al noroeste. A modo de torreón cilíndrico está rematado por un cinto de volados matacanes de realización posterior y se eleva en el punto más agudo y estratégico del recinto.
Una reciente restauración realizada en el Postigo de San Miguel, cegado hasta ahora, ha permitido además de la recuperación de esta puerta menor de acceso, la posibilidad de contemplar desde el mirador, allí situado, un espléndido paisaje en el que el Duero en su recorrido adquiere especial relieve.
Muy próxima a la puerta de la Villa, y en la cuesta a la que da nombre, conduciéndonos hasta el Duero, está emplazada la Ermita de Jesús. Edificada sobre lo que fuera la antigua parroquia de Santiago, se eleva sobre una plataforma circundada por un sólido muro, con una portada neoclásica flanqueada de pilastras y contrafuertes, que sirven de apoyo a una torreta que alberga un campanil, rematada a su vez por un frontón.
La ermita, toda construida en piedra de excelente cantería, presenta planta octogonal similar a otras de traza románica que podemos encontrar en la Ruta Jacobea. Sobre este octógono, aparece un zócalo decorado con relieves a modo de cuadrados, rematado por un cimborrio o linterna, con ocho aperturas que permiten la iluminación interior. Leer más»
Iglesia de Nuestra Señora del Campanario En la parte más alta de la villa y sobre una plataforma, conforme a los cánones románicos, se levanta esta iglesia de grandes proporciones.
Conserva de su inicial parte románica, la cabecera con sus tres ábsides y el crucero, ya que el resto fue sustituido en el siglo XVII aún respetando la distribución románica de las tres naves. Están cubiertos los tres ábsides semicirculares con cuartas de esfera, y los tramos anteriores, con cañones apuntados. En el tramo central del crucero, la cubierta originaria se sustituyó por una bóveda de terceletes dispuesta sobre arcos torales, que arrancan de pilares cruciformes. Leer más»
El Convento de la Merced, declarado Monumento Nacional, conserva fachada barroca con puerta adintelada. En el frontón, figura en el centro el escudo mercedario. En recinto está enterrado el gran dramaturgo Tirso de Molina, fallecido en febrero de 1648.
Iglesia de San Pedro, templo de amplias proporciones levantado a finales del siglo XVII, fruto de la unión de las parroquias medievales de San Pedro-San Pablo y San Andrés. Destaca en el interior el retablo mayor, realizado en 1778 por Felix Malo, entallador de Calatayud.
La Bajada de Jesús Nazareno Fiesta de interés turístico regional. Varios centenares de kilos de cohetes. Miles de adnamantinos y visitantes. Una plaza Mayor haciendo guiños tímidos antes de apagar definitivamente las luces.
Baja el Nazarano desde la iglesia del Campanario, donde ha permanecido una semana después de la Subida, sobre los hombros de quienes subastaron los banzos por la mañana. Regresa a su ermita como cada primer domingo de septiembre, en un descenso flanqueado por las peñas y las flores. Leer más»
San Pascual Bailón y el Zarrón Fiesta declarada de interés turístico regional. El 17 de mayo, Almazán revive un ritual antiguo durante las fiestas de San Pascual Bailón. Es el Zarrón, celebración con simbología pastoril en la que ocho parejas ataviadas con los trajes típicos bailan danzas del XVIII, mientras dos estrafalarias figuras con rabos de zorro las flanquean.
Tras las misa verán danzar de nuevo a los bailarines, mientras el Zarrón -enemigo de las ovejas o el mismo diablo- reparte mamporros a diestro y siniestro en la plaza. Una mezcla de de vino, azúcar, canela y pan mojado llamada soparra que será tomada en la casa del mayordomo, quien la servirá en colodras labradas artesanalmente.