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Iglesia Románica de Santa María Magdalena - Zamora

Comarca: Tierra del Pan - Campos

Zamora Capital

La Iglesia de Santa María Magdalena de la ciudad de Zamora aparece ya citada en documentación de mediados del siglo XII, en concreto en 1157, pero su construcción se alargaría hasta 1215, como refleja el testamento de Giral Fruchel.

La tradición afirma que perteneció a los Templarios, pero está por probar; sí consta, por el contrario, su pertenencia a la Orden Hospitalaria al menos desde 1248.

Es templo de una sola nave, más tramo presbiterial recto y capilla mayor semicircular; a los pies se levantó la torre. El ábside se asienta sobre un zócalo del que arrancan cuatro columnas, anilladas por una imposta, que dividen la superficie en tres amplias calles y dos estrechísimas.

En las calles anchas rasgan ventanas, que a efectos lumínicos son auténticas saeteras, guarnecidas por arcos semicirculares sobre columnitas con capiteles vegetales; horizontalmente queda organizado en tres pisos por medio de dos impostas molduradas; en lo alto remata con un alero de modillones muy variados, similares a los de Santiago del Burgo y San Esteban.

Los muros por el exterior se animan por la serie de numerosos contrafuertes, pero el interés se centra en las portadas, particularmente en la meridional, donde se reunía el concejo, la parte más antigua del edificio según Gómez Moreno, que la pone bajo influencias poitevinas.

La puerta propiamente dicha se cierra con arco polilobulado y cuatro arquivoltas y chambrana apeando en columnas con capiteles vegetales y figurados; a juicio de Ramos de Castro, el programa iconográfico allí representado alude al Paraíso celestial.

Las arquivoltas llevan distintas decoraciones, como lóbulos con flores, hojas de palma, tallos simétricos y entrecruzados. Los capiteles figuran dos dragones, elementos vegetales, sirenas-ave y serpientes. Los canecillos de ese costado son unos piramidales con pequeñas hojas lisas, otros con palmas, con rostros humanos o de felinos, etc.

Otra puerta, bastante más austera y enfrentada a ésta, se abre en el muro septentrional, obra éste de distintas etapas constructivas; la portadita se resuelve con cinco baquetones sin adornos sobre columnas. Los canecillos son piramidales con hojas, rostro humano y rosa.

En el hastial de poniente se abrió un tercer ingreso, muy sencillo, con arco de medio punto adornado con boceles y columnas con capiteles lisos. Encima se abrió un rosetón parecido a uno de San Juan de Puerta Nueva. A su lado se levantó la torre. Ventanas y rosetones iluminan el interior del templo, rematados sus muros por una sinfonía de canecillos muy variados.

El interior, retirados los retablos barrocos, luce en todo su esplendor, y así es posible contemplar íntegro el ábside, cuyo cascarón se cubre con bóveda con refuerzo de nervios que se prolongan en esbeltísimas columnas que separan las ventanas abiertas en el segundo cuerpo, mientras que el primero presenta extrañas hornacinas adinteladas, puestas en relación con alguna iglesia portuguesa, leonesa y asturiana.

En líneas generales repite la misma organización vista en el exterior. No ha faltado quien ha lanzado la hipótesis de que Fruchel trabajara aquí. Se recrece la altura, lo que permitió abrir un foco de luz en forma de rosetón, en el tramo presbiterial recto, cerrado con cañón apuntado.

El buque de la nave queda dividido en tres tramos por dos pares de columnas que nada sustentan, sin capiteles, que bien pueden indicar cambios de proyecto o derrumbes indocumentados; hoy tiene cubierta de madera sin interés.

Este interior se avalora por la existencia de los dos baldaquinos, sitos junto a la cabecera de la nave, que se harían para cobijar altares; tienen plantas rectangulares cubiertas con medio cañón, columnas acanaladas, arcos de medio punto en los frentes y dinteles en el lado corto exento.

Mayor interés tiene aún el magnífico sepulcro, del que Berteaux ha dicho que ninguna tumba del sur de Francia puede compararse con el mausoleo suntuoso y extraño que se conserva en la iglesia de la Magdalena de Zamora.

Ignoramos quién patrocinara esta obra maestra del románico de transición y sólo se puede asegurar que se trata de la tumba de una dama, cobijada por un baldaquino con cinco columnas de fustes variado y capiteles de animales reales y fantásticos; sus frentes presentan arcos trilobulados y remates torreados que acogen animales: sirenas-ave y dragones alados.

Figuras similares aparecen en los arcos laterales: dragones en uno, y leones afrontados en otro, tema éste de clara procedencia oriental, llegado con telas y marfiles, aunque se encuentra también algún ejemplo en zonas geográficas más próximas.

La escultura yacente y los relieves son obras preclaras de ese momento de cambio que caracteriza toda la obra, próxima por otra parte al arte del maestro Mateo. Ávila de la Torre supone que la persona enterrada no es otra que doña Urraca, primera mujer de Fernando II, que murió hacia 1211.

Declarado Bien de Interés Cultural el 19/07/1910

Dirección General de Patrimonio Cultural
Autor: José Ramón Nieto González

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