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Iglesia Arciprestal de San Pedro y San Ildefonso - Zamora

Comarca: Tierra del Pan - Campos

Zamora Capital

Según el historiador Fernández Duro, en el lugar que ocupa hoy la Iglesia de San Pedro y San Ildefonso de la ciudad de Zamora, existió una primitiva iglesia ya en el siglo VII. En 1260, durante la realización de unas obras, aparecieron los restos del arzobispo San Ildefonso y con ellos los consiguientes milagros, lo que contribuyó a la doble advocación de la iglesia.

A esas reliquias se unieron más tarde las de San Atilano, monje en Moreruela y obispo en Zamora. Hay quien cree, como Caldero Fernández, en la existencia de una segunda iglesia construida a finales del siglo XI.

El hecho cierto es que la actual aparece citada en documentación de 1182 y que a comienzos del siglo XIII todavía seguía en obras a juzgar por algunas mandas testamentarias hechas con la finalidad de contribuir a aquéllas.

En esa época, finales del XII y comienzos del XIII, se construye una iglesia de tres naves de cuatro tramos y cabecera triple con mayor desarrollo arquitectónico en la capilla mayor, dotada también de tramo presbiterial recto.

Los restos románicos del ábside central son más patentes por el exterior, en el que se aprecia el semicírculo con cuatro columnas que suben hasta el alero dotado con canecillos similares a los de la catedral; asimismo, los capiteles de esas columnas han sido relacionados con otros de las iglesias de Santiago del Burgo y de Santa María de la Horta.

Por el interior esta capilla mayor, debido a las obras de finales del siglo XV, quedó dividida en dos niveles; el alto para las reliquias y el inferior para el altar. Menos alteraciones sufrió el ábside de la epístola, cubierto con bóveda de horno en el semicírculo y de cañón en el estrechísimo tramo que lo precede.

Gran parte de este lienzo meridional es también de época románica y en él destaca la portada, que voltea cuatro arquivoltas lobuladas semicirculares, muy parecidas a las de la catedral, sobre columnas con capiteles de hojas lisas, planas y curvas. En el tramo inmediato hacia la cabecera existe una arquería semicircular ciega sobre columnas, también análoga a la de la Portada del Obispo catedralicia.

Asimismo se conservan algunos canecillos y un rosetón lobulado, pero éste ya sobre el arco agudo del tramo presbiterial. La intervención promovida hacia 1496 por don Diego Meléndez Valdés, obispo de Zamora y cardenal romano, reconvirtió sus tres naves en una sola desahogada y alta, cubierta con bóvedas de terceletes y ligaduras que obligaron a la construcción de arbotantes.

En el siglo XVII desaparece el ábside del evangelio y se levanta una capilla funeraria patrocinada por el Maestre de Campo don Gabriel López de León, que inició los trámites para su compra en 1673, un año después logró los permisos necesarios y la propiedad de dicha capilla, de la que era patrono don Carlos López de Valencia.

Las trazas fueron realizadas por Juan de Setién Güemes, arquitecto de la catedral de Salamanca, quien la resolvió con planta cuadrada y cúpula semicircular sobre pechinas, todo muy decorado. Después vino el amueblamiento de la misma con los retablos adscritos a Cristóbal Ruiz de Andino y esculturas de Alonso Fernández de Rozas y los bultos funerarios, que tal vez sean de escuela salmantina.

Las rejas son obra del segoviano Domingo Fernández. En el mismo siglo se reedificó la sacristía y se reformó la capilla mayor. El XVIII también va a contribuir a alterar el edificio, que es reconocido en 1719 por Joaquín de Churriguera; en 1721 las obras se rematan en Valentín A. de Mazarrasa que las ejecuta bajo la dirección de José de Barcia.

De entonces data la bóveda del coro y la portada de poniente, concebida a manera de arco triunfal; la puerta propiamente dicha cierra con arco adintelado con bocelón quebrado y encima una hornacina, pero todo queda enmarcado por un profundo arco semicircular entre pilastras cajeadas que sostienen un entablamento con triglifos y metopas, rematado por un frontón con escudos municipales en los extremos, pues la obra corrió por cuenta de la ciudad.

Por las soluciones formales y los efectos claroscuristas, es obra muy propia del momento. De finales del mismo siglo,1795-96, es la portada septentrional, resuelta con pilastras jónicas almohadilladas, arco adintelado y símbolos episcopales y papales. Es obra de Pedro Castellote.

A poniente, en el lado sur, se alza la prismática torre, de tres cuerpos de los que sólo el inferior es de época románica. En la restauración de 1989 apareció un Frontal pétreo labrado en el último tercio del siglo XIII, que contribuye a aumentar el ya de por sí rico patrimonio artístico de esta iglesia.

Declarado Bien de Interés Cultural el 24/05/1974

Dirección General de Patrimonio Cultural
Autor: José Ramón Nieto González

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