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La historia de las Comunidades de Castilla II

Comarca: Montes Torozos

Tordesillas - Torrelobatón - Wamba - Urueña - Mota del Marqués - Villalar de los Comuneros

‘El Capitán de Toledo Juan de Padilla, viendo que ya no tenía resistencia, tomando la gente de Segovia y Ávila se vino a Medina. Tomó consigo la artillería y fuese a Tordesillas, y echó de allí al Marqués de Denia, y apoderose de la Reina Doña Juana nuestra Señora, y de la Serenísima Infanta Doña Catalina. Y este hecho luego se pasó a Tordesillas la Junta que estaba en Ávila. De manera que vuestra Majestad tiene contra su servicio Comunidad levantada, y a su Real justicia huida, a su hermana presa y a su madre desacatada’.

Así relataba el cardenal Adriano al Emperador lo que ocurrió en Tordesillas el 29 de agosto de 1520, cuando las tropas de Juan de Padilla, al frente de las milicias de Toledo, Madrid y Segovia, después de entrar como libertadoras en Medina del Campo, llegaron a Tordesillas.

Fue así como la localidad vallisoletana se convirtió en capital circunstancial de la revuelta comunera. La pretensión de Padilla no era otra que obtener el apoyo de la reina Juana, cautiva en el Palacio tordesillano desde 1509, pero aunque ésta se mostró amable con los comuneros, no cedió a sus pretensiones de rubricar documento alguno en contra de su hijo, el emperador Carlos V.

A principios de diciembre, una impericia del ejército comunero, comandado entonces por Pedro Girón, dio al traste con su dominio sobre Tordesillas: Girón había decidido levantar el campamento y dirigirse sobre Villalpando, señorío del condestable, lo que dejó la vía abierta a los imperiales para reconquistar la ciudad. Así hicieron el día 5.

Junto al de las Comunidades de Castilla, la villa de Tordesillas ha sido escenario de otros episodios históricos de enorme relevancia, como la firma del célebre Tratado por el que en 1494 las Coronas de Castilla y Portugal fijaron la línea de demarcación de las conquistas ultramarinas, lo que hace obligada una visita a las Casas del Tratado.

No menos obligado es acudir a la Iglesia de San Antolín, que alberga un imponente retablo de Juan de Juni y Gaspar de Tordesillas, y más aún al Real Monasterio de Santa Clara, antiguo palacio mudéjar convertido por Pedro I en convento de clarisas para que profesen en él reinas viudas y princesas.

El último destello de gloria comunera aconteció en Torrelobatón, localidad que entonces pertenecía al almirante de Castilla y cuya fortaleza alberga en la actualidad el Centro de Interpretación del Movimiento Comunero. La campaña la preparó a conciencia Juan de Padilla en febrero de 1521, pues su situación estratégica, en la línea que une Valladolid, Medina de Rioseco y Tordesillas, se le antojaba decisiva para avanzar en los intereses de la Comunidad.

Enterado del asedio, el conde de Haro partió hacia Torrelobatón pensando en introducir media docena de gente a caballo al mando de Francisco de Osorio, señor de Valdunquillo, para desbaratar así los planes de Padilla. Pero esta decisión contradecía los deseos del almirante de Castilla, partidario de que entrasen hombres armados, por lo que esta falta de entendimiento desembocó en un agrio desencuentro que llevó al almirante a ordenar a Osorio, enojado, que no se moviera de Tordesillas. Sabido esto, el conde de Haro volvió sobre sus pasos dejando que Padilla tomase Torrelobatón. El asedio duró prácticamente hasta el día 29.

Aunque la toma de esta localidad fue acogida en el bando comunero con gran entusiasmo, éste no sabrá sacar provecho de la importante victoria que suponía. Una tregua fracasada, la creciente radicalización de las posturas y la relajación de las milicias terminarían por dar al traste con las esperanzas suscitadas aquel 29 de febrero de 1521.

La localidad de Wamba es célebre por su iglesia mozárabe de Santa María, heredera quizás de un monasterio visigodo sobre cuyas ruinas edificaron los cristianos en el siglo X, Wamba también vivió su propia experiencia comunera. Ocurrió en abril de 1521, días antes de la decisiva batalla de Villalar, momento en que las tropas imperiales mandadas por el conde de Haro decidieron acampar en Wamba y Zaratán. Sumaban tres mil lanzas y seiscientos jinetes.

Claro que el mayor atractivo de la localidad sigue siendo ese osario con miles de huesos y calaveras, cuyo origen sigue siendo buen argumento para el debate y la fabulación. Para algunos se trata de un relicario monumental concebido por los monjes hospitalarios de San Juan, que se asentaron a finales del siglo XII, mientras otros le dan un fin más sencillo: ‘manos piadosas’ apilaban los restos en un mismo lugar cuando se desenterraban los cuerpos para inhumar a nuevos fallecidos ante la falta de espacio para dar tierra sagrada a los cadáveres.

El monasterio cisterciense de La Santa Espina, mandado construir en 1147 por doña Sancha de Castilla, hermana de Alfonso VII, fue escenario de un curioso episodio que tiene como protagonistas a Carlos V y a su hijo y sucesor en la Corona, Felipe II.

Ocurrió en septiembre de 1559, cuando Juan de Austria, uno de los cinco hijos que tuvo el emperador fuera de su matrimonio, conoció su verdadero origen. ‘Jeromín’, diminutivo de ‘Jerónimo’, nombre con el que fue bautizado, había sido criado por Luis de Quijada, señor de Villagarcía de Campos, y su esposa, Magdalena de Ulloa, y fue precisamente en el Monasterio de la Santa Espina cuando, sabedor ya de que su padre era Carlos V, se encontró por primera vez con su hermano Felipe II.

Según las crónicas, el encuentro se produjo en las cercanías de lo que hoy es la entrada de la abadía, durante una cacería en los Montes Torozos. Avezado jinete y espadachín, Juan de Austria fue además artífice de la histórica victoria española en la Batalla de Lepanto (1571).

Cabecera de la merindad del Infantazgo de Valladolid en época del rey Pedro I, Urueña es hoy la primera Villa del Libro en España y entre sus principales atractivos patrimoniales ofrece su espléndida muralla y el castillo, que fue lugar de retiro de María de Padilla en 1354, además de prisión de personajes célebres.

Potente señorío de los Téllez Girón, precisamente el capitán comunero Pedro Girón, que en septiembre de 1520 reemplazó en el cargo a Juan de Padilla, era hijo del conde de Urueña, Juan Téllez Girón, y al poco tiempo de ser nombrado al frente de la Junta comunera ubicó en esta localidad un pequeño destacamento.

Sin embargo, cuando en diciembre de 1520 las tropas imperiales recuperaron Tordesillas, Pedro Girón fue depuesto del mando y, según parece, culminó entonces su traición al ejército comunero. En ese momento se retiró a las tierras de su padre. Aunque exceptuado del Perdón del Emperador, en 1524 Pedro Girón terminó reconciliándose con él y cuatro años después heredó el título de conde de Urueña.

Mota del Marqués Si el nombre genérico de Mota equivale en la provincia a fortaleza, el ‘apellido “del Marqués” responde a la voluntad de Felipe II de erigir esta localidad en marquesado a favor de don Rodrigo de Ulloa. En efecto, este pueblo fue señorío de los Ulloa, que protegieron la villa y recibieron la merced de un mercado franco todos los jueves por parte de los Reyes Católicos. Aquí nació además Magdalena de Ulloa, casada con don Luis de Quijada y madre adoptiva de don Juan de Austria.

Juan de Ulloa, vecino y regidor de Toro y señor de La Mota y San Cebrián al que hemos visto anteriormente, fue uno de los nobles que el 5 de diciembre de 1520 acudió con los imperiales a Tordesillas para librar a esta localidad de las manos comuneras. Y es que, meses antes, concretamente después del incendio de Medina del Campo, ocurrido en agosto de 1520, los comuneros habían asaltado su señorío, principalmente la fortaleza que tenía en La Mota. Ulloa participaría también en la batalla de Villalar, el 23 de abril de 1521, llegando a herir al mismísimo Juan de Padilla.

En la actualidad, el castillo de la Mota solo conserva su torreón principal en ruinas, con saeteras para la defensa y cubierto con cúpula, fue. Los Ulloa poseen en el pueblo su palacio, del siglo XVI, que hoy es un convento de monjas, y del XVI es también la iglesia de San Martín, de tres naves y traza de Rodrigo Gil de Hontañón, el mejor de nuestros arquitectos renacentistas.

Finalizamos la ruta en Villalar de los Comuneros donde se encuentra el monolito que rinde homenaje a los líderes Comuneros Padilla, Bravo y Maldonado. Tras la derrota, los prisioneros fueron trasladados a Villalar, donde se llevó a cabo un juicio en el que se les condenó a la pena capital: morirían decapitados ese mismo día por ser capitanes Comuneros. Sólo se salvó Pedro Maldonado que, sin embargo, fue ejecutado en Simancas algunos meses después.

Información: Fundación Villalar Castilla y León

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